Crónica de una manifestación

El pasado domingo 5 de febrero, la plataforma NAC convocaba la III manifestación contra la caza en 26 ciudades de España con el lema Stop a la Caza con Galgos y otras Razas. Febrero es el mes del terror para cientos de galgos, podencos y otras razas que ven en el final de la época de caza un oscuro final: son abandonados a su suerte en campos y carreteras, heridos, en estado severo de desnutrición y en otros casos cadáveres ahorcados o matados de las más cruentas maneras.




Esta realidad se traduce en que las protectoras de animales se ven saturadas por el número tan ingente de animales encontrados y por el enorme gasto económico derivado de las fracturas, hernias, úlceras, pérdidas de ojos y demás lesiones por la inhumanidad de sus propietarios. En la gran mayoría de los casos, estas protectoras carecen del apoyo de la administración y se sustentan gracias a la buena fe de cientos de personas anónimas. Por otra parte, anímicamente el voluntariado se encuentra en una situación de indefensión ante una situación que se repite año tras año sin que las autoridades ayuden a establecer límites y se persiga a estos maltratadores sin escrúpulos.

Yo fui a la manifestación que tuvo lugar en Sevilla y me emocionó ver a tantos colectivos y personas individuales con un mismo deseo, el fin de la actividad cinegética, que no solo acaba con la vida de tantos animales sino que pone en peligro la de muchas personas, entre ellos agentes rurales como hace poco hemos visto en las noticias (ver aquí).

Hubo muchos turistas y locales que se interesaron por conocer esta realidad y nos hacían preguntas a lo largo de la marcha. Aún recuerdo la cara de horror de una señora portuguesa cuando le expliqué el motivo de la manifestación. Si tengo que destacar algo, he de decir que lo que más me enorgulleció fue ver el ambiente pacífico, entrañable y a la vez reivindicativo de todos los manifestantes. Había personas con sus parejas, sus hijos, sus amigos, familiares y sus perros que disfrutaron de una mañana soleada durante el paseo.




Como anécdota, contaros que fueron los niños los que mostraron una curiosidad y un rechazo total al sufrimiento de los perros denominados de caza. De hecho, la hija de una amiga se echó literalmente a llorar cuando su madre le explicó por qué estábamos allí. Uno de los niños que iba a mi lado me decía que por más vueltas que le daba no lo entendía tampoco.

La organización ha comunicado que el año que viene hay más ciudades que se unirán y convocarán marchas también. El final de este maltrato está más cerca gracias a personas como tú. Únete.


(Foto cortesía de Sebastián López)






¡DE CASA, NO DE CAZA!




¿Y vosotros, tenéis algún galgo o podenco adoptado? Comparte tu experiencia con nosotros en los comentarios o por mail: cronicasherbivoras@gmail.com










Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo contigo. Ya has comentado los efectos que tiene esta anacrónica actividad que además se lleva por delante tantas vidas, pero quisiera abundar en otro efecto que produce en los voluntarios que rescatan y rehabilitan a estos perros víctimas de la caza: la fatiga por compasión es un síndrome que esta afectando cada vez más a estas personas que se dejan la vida y su dinero en recuperar lo que los cazadores consideran un residuo ¿Alguien puede valorar lo que esto significa en términos de salud? Habrá que ir añadiendo este factor a la ecuación de cuanto nos cuesta el maltrato animal.

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    1. Exacto. El voluntario es un ser anónimo que se lleva la peor parte, el dolor de ver tantas criaturas sufriendo y la indefensión ante algunas personas que piensan que el voluntario es un ser sin vida que tiene que atender a todos los casos, cualquier día y casi a cualquier hora.

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